martes, 11 de diciembre de 2007

cuando las buenas intenciones no son suficientes...



Fiasco sin fronteras.

El infierno está lleno de buenas intenciones. Y Eric Breteau y Emilie Lelouch aseguran que han ido a parar a una cárcel del Chad por su buen corazón. Eso los reconforta. Sostienen que son inocentes porque sus objetivos son honorables. No tienen ni pizca de mala conciencia. Ellos querían salvar a los húerfanos de Darfur, aunque la gran mayoría no fuesen huérfanos ni de Darfur. Pero lo que de verdad los mantiene en pie es el amor. Son tal para cual. Histriónicos, bienintencionados y con el seso de un mosquito. La pareja alega que, por lo menos, han conseguido que se hable de Darfur, una guerra civil en el oeste de Sudán que en cuatro años y silenciosamente se ha cobrado al menos 400.000 muertos y ha forzado a huir de sus hogares a dos millones de personas, según la ONU. Pero en realidad lo que han logrado es que se hable de ellos, de Eric y Emilie, pues su historia está hecha de mimbres fascinantes y patéticos.

Emilie Lelouch, 31 años. Ha trabajado en un circo, ha sido bailarina, después le daria por ser voluntaria enAfrica. Eric Breteau 37 años, divorciado.

Eric estaba viendo la televisión en diciembre del 2004 cuando le impactaron las imagenes del tsunami, así que decide dejar su "aburrida vida", y dedicarse a las "grandes causas" asi le dice adiós a su mujer, Agnés y a sus hijos y se enlista como voluntario, hasta que conoce a Emilie, parten a Africa, y deciden fundar una organización para adopción de niños. Hay miles de niños en peligro en Darfur. Y miles de familias europeas y norteamericanas deseosas de adoptar.

La pareja planea llevar a 10.000 huérfanos de Darfur a Europa y Estados Unidos. Difunden un comunicado por Internet en el mes de abril.

Eric quiere darle una bofetada a los burócratas, al papeleo. Quiere darle un sopapo a las ONG, lentas e ineficaces. Quiere organizar algo grande, que llame la atención. Que se recuerde siempre. Llevar a los huérfanos en una caravana humanitaria de 2.000 vehículos 4 por 4 hasta el canal de Suez», explica uno de sus colaboradores. Pero hacen numeros y el costo es mucho.

Emilie sugiere que es más barato fletar un avión, aunque no sea tan espectacular. El presupuesto: 550.000 euros. ¿Quién pondrá la pasta? Las familias de acogida, por supuesto. Eric y Emilie multiplican las llamadas de urgencia en los foros de adopción. Cuelgan un vídeo desgarrador y decenas de mensajes angustiosos. «¡Te necesitamos! ¡Ayúdanos a salvar a estos niños de una muerte segura!» En sólo un mes reclutan a más de 200 familias. Cuando los padres les preguntan si se trata de adoptar o sólo de acoger, Eric y Emilie cultivan la ambigüedad. «Lo primero es salvarles la vida a estas criaturas y darles un hogar. Luego, los papeles. ¿Quién va a venir a reclamar a estos niños desde África? ¡Nadie!» Son niños chollo. Los costes de una adopción legal en el extranjero pueden quintuplicar lo que la pareja recauda de cada familia. Pero lo más importante es que son niños instantáneos. No hay que rellenar certificados de idoneidad. No hay que demostrar nada ante los funcionarios de ningún ministerio. No hay que hacer colas. No hay que esperar durante años. «¿Quieres un niño? Pues te lo traemos ya.»

Consiguen donaciones de entre 2.000 y 8.000 euros durante el verano y antes de lanzar la operación ya han reunido 700.000 euros. Una de esas familias, los Rietourd, confesará al diario Le Monde su desolación cuando estalla el escándalo. «Han jugado con nuestros sentimientos. Pero también nos hemos engañado a nosotros mismos. Pensábamos que sería duro, que el crío tendría problemas, pero nos sentíamos capaces de hacerle feliz y queríamos salvar a un niño de la guerra. Nos decíamos también que si algún día vuelve la paz a Sudán y sus parientes lo reclaman, se iría.

El 75 por ciento de los niños no son huérfanos ni de Darfur, pero qué importa. Son africanos. Están en el continente equivocado. Les hubiese esperado una vida mejor... ¿Pero quiénes son Eric y Emilie para llevárselos de su país y arrebatárselos a sus familias? Una pareja tan ofuscada por su buena conciencia que ya no distingue el bien del mal. «Somos inocentes», claman perfectamente convencidos desde la cárcel. ¿Lo son realmente?

( la nota completa fue publicada en la revista XL semanal, por Carlos Manuel Sánchez)

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